viernes, 26 de octubre de 2018

UNA HISTORIA SIN PIES, NI CABEZA, NI BRAZOS


1. Ya es mala pata

El protagonista de esta historia nació en el seno de una familia de categoría  “media-baja-media” (como un enano con escolta). La concepción transcurrió sin incidentes (la cigüeña introduce su semillita en la cavidad pélvica de la mujer, etcétera), pero durante el embarazo surgieron serias complicaciones relacionadas con la afición de su madre a la consumición de pelo de gato y con la afición a no vigilarla de su padre: tras inhalar un gato montés entero, y después de ver siete horas seguidas de películas sobre alienígenas, la mujer decidió que su hijo no debía nacer. Para acometer su plan, se sometió a diversos tratamientos abortivos a base de pastillas, ácidos y bates de baseball en el abdomen.
  Con todo el chico, que había decidido aferrarse a la vida como un chicle a una zapatilla, nació.
  En un principio, el nombre del muchacho fue escogido por su abuela paterna, la cual sentía aprehensión hacia la raza humana y se decantó por: “Truñildo”. Tras descubrir las intenciones de la provecta, los padres de la criatura la dieron caza, la encerraron en la residencia con mayor índice de D.D.D. (Desagradables Descuidos Deletéreos) de la zona y le cambiaron el nombre al muchacho por uno algo más adecuado: Jaime.
  –¡Maldigo a mi nieto! –gritó la anciana, mientras era encerrada–. Vaticino que, cumplidos los dieciséis, quedará tetrapléjico y comatoso. ¡Lo vaticino!
  –Y yo vaticino que no vamos a pagar el gasto extra de agua potable en tu residencia –respondió el padre de Jaime ante tal amenaza.
  Siete minutos después de entrar en la residencia, la mujer murió.

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