Buena vida me he pegado.
Me habéis dado cobijo, comida rica (sobre todo al final, cuando me podía aprovechar) y amor incondicional, expresado a través de cuidados, mimos y caricias.
Sé que a veces he hecho cosas que no os gustaban, como desenterrar plantas o dar rienda suelta a mi pasión por la basura. Es verdad que siempre he sido revoltosa, pero es que tenía demasiada vitalidad y por algún lado se me tenía que escapar. Aun así siempre me perdonabais (como yo os acababa perdonando cuando me bañabais, también) y al final volvíamos a lo que nos gustaba a todos: que yo apretara la cabeza contra vosotros para que me acariciarais, mientras hacía ese gruñido de cerdito que no podía evitar.
Pero todo acaba, es algo que no se puede cambiar. Finalmente, a los casi 19 añazos, mi cuerpecito con fecha de caducidad no pudo seguir a mi fuerte corazón. Mis patas, antaño poderosas, estaban delgadas y ya casi no funcionaban, y mi estómago no retenía los deliciosos manjares que me seguíais dando. Me hacía muy feliz comer, pero es que no se quedaba nada dentro.
Quiero que sepáis que habéis sido los mejores para mí. Me habéis cuidado con todo lo que teníais, incluso a costa de sacrificar otras cosas. No creáis que no he sido consciente, y por eso os lo agradeceré siempre. Yo he intentado corresponder con mi alegría y vida, hasta que ya no me ha quedado más que dar. Ya lo habéis vivido con otras mascotas antes que yo, sabéis cómo va.
Tuve que aprovechar un pequeño ratito de soledad para empezar a marchar, pero es que ya no podía más. Aun así, para que no pensarais que sufrí (sé que los humanos tendéis a pensar demasiado y a complicaros), esperé a que estuviéramos todos juntos al final. Todos, tanto los que estabais presentes como a los que sentía en la distancia. Noté vuestras caricias en mi cuerpecito, esas que tanto me calmaban y gustaban, hasta el mismo último momento, cuando un murmullo me susurró al oído que no hacía falta que os hiciera tomar una decisión demasiado dura. Mis ojos ya no funcionaban muy bien, pero sí pude ver claramente una velita encendida en la niebla y la voz de mi humana más MI HUMANA llamándome. No tuve dudas de que tenía que acudir a donde me indicaba, así que moví mis patas una última vez en ese plano y me dirigí hacia la luz.
Y, de repente, volvieron a ser robustas y fuertes, como cuando era joven.
Es inevitable que lloréis, lo sé. Pero espero que, pasado un tiempo, lo que haya en vosotros de mí sean todos los buenos momentos que hemos pasado juntos y lo felices que nos hemos hecho entre todos. Disfruté hasta el último día de la comida que me disteis, de la distante compañía de mis hermanos gatunos, de vuestras caricias y agasajos, de mi cama blandita y mi mantita. Cada segundo que estuve aquí con vosotros valió la pena y no lo cambiaría por nada.
Yo ahora estoy bien. Vuelvo a poder correr a mi velocidad máxima. Persigo pájaros por el cielo y retozo con total agilidad. Ladro de nuevo con fervor viendo cada estímulo que llama mi atención y puedo veros a vosotros seguir adelante y dando amor a otros, como hicisteis conmigo.
Gracias por todo, familia. Habéis sido los mejores dueños que podía desear.
Hasta siempre. Estaré correteando sobre el murmullo del viento en el campo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario