Miedo. Ansiedad. Dolor en el pecho. Ausencia de aliento.
Tristeza... todo por un mal día en el trabajo y por la incertidumbre del
futuro, que subyace a todo lo demás. Soy débil, flojo, inane. Pinta negro,
pinta muy mal. He conseguido algo, pero me será difícil mantenerme en pie
cuando la ola llegue y lo arrase todo. Más que ola, huracán. Cuanto más
necesito que mi familia sea un equipo, más se despedaza. O, quizás, empecé a
preocuparme por el equipo cuando este se comenzó a separar...
Miedo. Tristeza... son las dos emociones que más y mejor me
definen. ¿He destronado hasta a mi sueño por mi temor al futuro? Quizás es lo único que no
debería hacer. Pero... la opción inteligente es tener futuro para cumplir el
sueño, ¿no? Pero... ¿cuándo? ¿Y si es lo que les pasa a todos? ¿Y si la gente,
sencillamente, se olvida de lo que quería ser de niña? ¿Y si se rinden, solo
para poder vivir hasta morir?
Miedo. Ansiedad. Tristeza... el mundo adulto nos aplasta.
¿Quedarán ideales infantiles cuando se rompan todas las lanzas, cuando no quede
nada de mí, cuando sea huesos entre las llamas, polvo en mitad de un viento
cálido y huracanado?
No debo ser cobarde, no ahora. Solo hay un futuro; solo hay
un paso, y es el siguiente al anterior; solo hay un camino, el que transita
hacia delante. Solo hay... solo queda... vida. Aunque pese admitirlo.
Solo existe una verdad. Solo hay un dogma.
Si paras, mueres.