Libre como el pájaro más salvaje
Que jamás jaula hubo conocido.
Alma viajera, espíritu errante,
Lula era uno más de los elementos
Indómita como el mismo viento.
La chica trataba a la desesperada
De huir de una realidad nunca soñada.
Un trabajo estable, familia e hijos;
Una casa donde mantenerse guapa y agradable;
Nada de eso entraba en sus planes.
Ella quería viajar, conocer mundo,
Descubrir destinos donde nadie más hubo.
No era de ningún lugar concreto, no era de nadie
Y de ese modo quería seguir siendo.
Solo había un pequeño detalle:
Viajar costaba dinero.
Cualquier básico humano encerrado
En sus labores, su mundo diario, su trabajo
Pudiera pensar que Lula no tenía nada:
Ni piso, ni propiedades, ni una cuenta abultada,
Nadie que la esperara cada día a su llegada
Pero
Ella lo veía todo a la inversa.
Ellos estaban encerrados en pequeñas celdas
Ella, tenía a sus pies toda la existencia.
“Solo quiero seguir viajando, saltar
De lugar en lugar.
¿Es eso pedir de más?”
Trabajaba en Madrid como enfermera,
Haciendo mil guardias, turnos extra
Para, llegado el momento de las vacaciones,
Poder dar rienda suelta a sus pasiones
Y conocer nuevos sitios del planeta.
“Media vida gastada,
Para satisfacer mi verdadera meta.”
Estaba en mitad de una escapada
Conociendo la lejana Casablanca,
Luchando por regatear un poco
En el tenderete de un abarrotado zoco.
Miles de aromas asaltaban sus sentidos,
De inciensos, perfumes y ásperos tejidos,
Cuando en mitad de su dialéctica lucha
Se encontró con una diana para su puja.
“¿Cuánto por eso?” preguntó ella al vendedor,
Haciendo alusión a un objeto color latón,
De morro alargado y cuerpo fondón.
Era una lámpara con una borrosa inscripción
De esas que en los cuentos
Albergan alguna maravilla en su interior.
“200 dirhames, ángel rubio” dijo el comerciante.
“O 20 euros, si lo prefiere
al cambio es razonable,
si a usted bien le viene.”
“Le doy 100 dirhames
Que son 10 euros,
Según su razonamiento.”
“Que sean 150,
No bajaré más. Sepa
Que es mi última oferta.”
Y 135 dirhames fue finalmente el precio,
Para llevar a su habitáculo
El fatídico premio.
Llegado había Lula a su alojamiento,
Cuando depositó sobre la colcha el objeto.
Una ducha rápida, un cambio de adornos
Para poder combatir
Los vestigios del bochorno.
Vestida nuevamente y aseada
Miró pensativa
La lámpara de su cama.
“Quizás mal no le viniera
Que también le diera una lavada.”
Y, sujetándola entre sus firmes dedos,
Frotó la superficie
Con el dorso de un pañuelo.
Vapores verdes como el pasto
Emergieron de sus adentros
Inundando toda la estancia
Formando, en última instancia
Un ser con extraños rasgos afilados
Y unos ojos despiadados.
“Saludos, humana.
Mi nombre es Margo, el Genio Cabrón.
Ya que me has liberado,
Es mi deber concederte un deseo a tu elección.”
Lula no era dama
De materiales pasiones.
Viajar lejos, conocer culturas,
Vivir esas emociones
Que solo el aventurero osado
Puede ver satisfechas
Al abrir camino con su paso.
El tiempo del viaje, el dinero
Eran los únicos escollos
Que debía superar primero.
Así que, en aquella época de pelis de Marvel,
Vino a su mente
La solución a sus males.
“Deseo tener el superpoder de teletransportarme.”
Dijo la chica, con seguro talante.
Y el genio asintiole complacido.
“Será un placer
Cumplir tu pedido.”
Y la lámpara desapareció de su sitio
Mágicamente
Tal como Lula podría hacer
De haberse cumplido
Su deseo ferviente.
“Casi no puedo esperar
A probar mi regalo.”
Pensó ella,
Dándole vueltas al cráneo
Para elegir el primer lugar
Que visitar con el legado
Del genio.
“Sea pues, mi primer nuevo sino
Con el que testar mi poder adquirido
Será la lejana cumbre más alta
Del místico Himalaya.”
Se aprovisionó con cuanto abrigo
Pudo encontrar en su camerino:
Mantas, sábanas,
Capas de ropajes desmedidos.
Dio dos saltos, se concentró
Pensó en su destino,
Y dijo: “Al Himalaya”
Cerrando, sin saberlo, la cruel trampa
Que el genio le había tendido.
Pues Margo algo sabía,
Un pequeño detalle
Información no accesible
Para el resto de los mortales
Que sin embargo resultaba clave.
Lula también lo conocía
Más lo había pasado por alto,
Por culpa de las películas.
Cuando un superpoder nace en el superhéroe
Este afecta a su ser, es decir, lo que lo conforma,
¿Mas qué sucede con esas partes
Que no son exactamente propias?
En las películas, teletransportarse
Implicaba mover también la ropa
Hacia otra parte.
¡Qué absurdo! ¿No os parece?
¿Es que a lo que toques
También le transfieres tus superpoderes?
Lula lo descubrió con pena
Y ni siquiera fue el peor de sus problemas.
Hay una capa de piel muerta que nos recubre
A su manera, de forma protectora.
Las uñas, hacia fuera, están muertas, así como el pelo.
¿Tendría sentido que algo que no está hecho de células vivas
Tuviera también el efecto?
Cuando un superhéroe se teletransporta,
¿Lo hacen también las uñas que al cortarse
Dejó tiradas en el suelo?
Por último, los seres humanos
Una enorme cantidad de microorganismos
En nuestro intestino alojamos
Que hacen labores digestivas, protectoras
Nos regulan por dentro
En simbiosis laboriosa
Más, siendo estrictos,
No son nosotros, en ellos mismos.
De haber tenido en la boca un pescado vivo,
¿Lo habría teletransportado consigo?
Con todos estos datos en la recámara
Lula podría haber anticipado
La cruel cábala
Mas no fue el caso.
Una pareja de alpinistas
Que hacía cumbre en ese momento,
Describió de esta manera
El extraño avistamiento.
“Parecía un cuerpo humano
Suave, muy pálido.
Estaba completamente inmaculado,
Con su brillante piel
Reflejando el color de la nieve
En todos sus milímetros.
Fue un instante, nada más.
Con voz femenina, la oímos gritar:
¡Puto genio!, y ya.
Acto seguido,
Desapareció del lugar.”
La siguiente teletransportación de Lula,
Fue al último hospital donde hubiera
Trabajado ella.
Sin melena ni uñas
Con menos piel,
Sin cejas que resolvieran
La expresión desencajada de su ser.
Hipotermia aguda
En su dermis desnuda,
Y por un caso grave afligida
De flora interna desaparecida.
Por todo lo aquí contado fue atendida
Por la sanidad pública madrileña
De urgencia, sin demora
E internada en una unidad especial,
Tras esperar alrededor de 3 horas.
FIN