lunes, 1 de noviembre de 2021

Escalones

Me haces gracia.

Me divierto contigo.

Me interesas.

Quiero saber más de ti.

Me atraes.

Me gustas.

Me gustas mucho.

Me encanta como eres.

Estoy enamorada.

Te quiero.

Hay cosas de ti que no me gustan.

Hay cosas de ti que no soporto.

Ya no siento lo mismo.

Somos incompatibles.

Podemos ser amigos.

Podemos seguir quedando.

Podemos seguir hablando.

No quiero saber de ti.

Me molesta que seas feliz.

Te odio.



FIN



sábado, 25 de septiembre de 2021

Hasta la siguiente

 Con dolor.

Con tesón.

Con esfuerzo.

Con sacrificio.

Con lágrimas.

Con ganas.

De la nada.

Con ayuda.

Con fuerza de voluntad.

Con tiempo.

Superado.

.

.

.

.

De momento.

jueves, 9 de septiembre de 2021

Claro, el cloro

Eduín Solo llevaba unos meses un poco triste. Lo había dejado con su antigua pareja y la echaba de menos. 

  Eduín ya había tenido experiencias así con otras ex, así que más o menos sabía cómo afrontarlo: salir con gente, hacer deporte, dedicarse a hobbys... en definitiva, ocupar el tiempo. Cuando un recuerdo triste acudía a su mente, Eduín hacía flexiones, hablaba con alguien o salía a pasear. Pero, por alguna razón, aquello no estaba funcionando esa vez. 

  Estaba triste demasiado tiempo seguido como para que sus artimañas de parada de pensamiento funcionaran: no podía hacer deporte eternamente porque el pensamiento nocivo a veces le alcanzaba en una situación en la que no era plausible (en clase o conduciendo); había agotado todos los temas de conversación con su amigos, y ya empezaba a sentirse pesado y repetitivo con ellos; pasear era precisamente la actividad más débil de todas, porque al final acababa solo con sus pensamientos y, de nuevo, no era escapatoria. El chico estaba cada vez más y más triste, porque a todo lo malo se sumaba que su estrategia ni siquiera estaba dando sus frutos y eso le frustraba.

  Un buen día, Eduín estaba solo en la piscina de su familia, piscina que se había ofrecido a cuidar como otra carta para evadirse de sus pensamientos. Una vez pasado el limpiafondos y repuesto el cloro, se sentó a descansar. Aquel día había hecho mucho deporte, así que sus brazos y sus piernas le pesaban demasiado. Miró el móvil, más como acto reflejo que por algún motivo, y sin pensarlo se acabó metiendo en la galería de fotos. Aún no había borrado nada. La primera imagen que le recordó su sistema Android, fue una fotografía de ella.

  Eduín la quitó al instante, horrorizado. La ansiedad retornó a su garganta. Sintió de nuevo el familiar vacío de la tristeza en la boca del estómago y sus ojos se inundaron de lágrimas. Miró alrededor en busca de algo con lo que hacer deporte, pero estaba demasiado cansado aquella vez. Sus músculos se quejaban constantemente, como si se fueran a romper.

  El chico pensó en su miserable existencia, condenado a vivir esquivando flases del pasado o muriendo de pena cuando, de repente, una idea cruzó por su cabeza. Era una idea alocada y temeraria, pero por lo menos nueva.

  -Siempre que algo triste azota mi mente, pienso lo mismo. Que me va a doler, mucho y tanto que hasta voy a morir de pena. Entonces, por supervivencia, trato de evitarlo, de huir de aquello que me tortura pero... ¿acaso alguna vez se ha muerto alguien de pena? ¿O por un recuerdo? ¿O de dolor por la tristeza? No. Ni hablar. Te mata el veneno, un cáncer o un accidente, pero no  una escena del pasado. Quizás al evitar mis pensamientos todo este tiempo, en realidad he conseguido lo contrario a lo que pretendía, hacer al monstruo más grande, darle un poder desmedido para seguir torturándome y comiendo de mis entrañas. Pero he sido tonto, porque en realidad el miedo al dolor ha sido más terrible que el dolor en sí mismo, que aceptar el recuerdo. Porque lo que pasó entre nosotros pasó, y nunca podrá ser borrado...

  Eduín tomó aliento, como el corredor antes del sprint final de llegada a la meta. Algo en su interior estaba floreciendo, algo que llenó de tenue luz su maltrecho corazón. Desbloqueó su móvil.

  -A partir de ahora, no huiré más. Doy las gracias a la vida por los buenos ratos que pasé junto a ella y, de este modo, me lleno de ilusión para poder volver a compartir momentos así de felices con otra persona. 

  Eduín volvió a la galería y puso la foto de nuevo, esta vez resuelto a afrontar sus propios sentimientos. Y entonces, por primera vez en mucho tiempo, sonrió.

  Cuarenta  y tres segundos después, se comió tres pastillas de cloro.

  Fin.






domingo, 5 de septiembre de 2021

Lo opuesto

 Me gusto.

Me quiero.

Me miro al espejo y pienso: "¡Qué guapo!".

Tengo ilusión por vivir.

Cada día que me levanto, agradezco al cielo estar donde estoy.

No la echo de menos.

Creo que habrá otras personas tan importantes en mi vida.

Quiero seguir viviendo.

No estoy tan triste.

No es para tanto.

Qué bien.

lunes, 30 de agosto de 2021

Rata envenenada

Esto era una rata triste y solitaria a la que unos científicos inyectaron un potente veneno para estudiar sus efectos en el cuerpo.

Día y noche, tardes y mañanas, la rata gemía y lloraba, se retorcía de dolor y se revolcaba, ¡ay! Cómo se revolcaba en su propia inmundicia...

"¿Por qué es mi vida tan miserable? Señor, de un modo u otro, quiero que esto se acabe." Rezaba.

Viendo que la rata no se moría por sí sola, los científicos decidieron tirar al roedor dentro de un cubo lleno de agua, esperando que se ahogara. Lo que pasó les sorprendió sobremanera.

Cuando la rata se vio rodeada de líquido, hundiéndose inexorablemente en el cubo, empezó a chillar con más fuerza y a patalear, haciendo todo lo posible por mantener a flote la cabeza. Los científicos pensaron que solo era un reflejo, que pronto perdería las ganas de seguir viviendo pero, por más minutos que pasaban, la torturada alimaña seguía moviendo sus patitas con incansable eficacia, apenas lo justo para que su morro sobresaliera y pudiera respirar.

Los científicos decidieron sacar a la rata del agua y esperar a que se recompusiera. Tras varios instantes de sonoros jadeos, le preguntaron.

"Dinos, rata miserable, ¿por qué no te has hundido? ¿No era eso lo que querías, acabar con el suplicio? Entonces, ¿a qué se debe esa férrea insistencia por agarrarte a la vida?"

A lo que la rata de vida miserable, angustiada, exhausta y dolorida por el veneno, contestó.

"No tengo ni idea. Pero, si volvéis a echarme al cubo, actuaré de idéntica manera."



Si paras, mueres.



martes, 3 de agosto de 2021

Qué podría haber sido

 ¿Qué podría haber sido? Podría haber acabado de jugar al pádel, haberla avisado, haber hablado de lo bien que he jugado y lo que me ha gustado, preguntarle qué tal el día, cómo se sentía por la vacuna, qué tal en su trabajo... ¿Qué podría haber sido?

Podría haber sido calor, interés, hablar con ella. Cariño. Decirle que la quiero, que a ver si este sábado finalmente no trabajo y podemos hacer algo, pero que igualmente me voy a dormir con ella aunque trabaje, que eso seguro.

Esto no me está haciendo bien.

¿Qué podría haber sido? Podría ser un poco feliz, que hubiera algo de luz. Podría haberle contado mis inquietudes con mi padre y con mi casa, lo que tengo que hacer mañana. Podría haber sido apoyo, comprensión...

Me duele. Me escuece mucho.

En su lugar, ha sido un buen partido de pádel, tomar algo con los rivales y volver a casa, solo y triste, flagelándome y dañándome. Podría haber sido sol, pero es luna, o ni siquiera, la oscuridad que rodea un cielo sin astro aparente en el firmamento. 

Lo has elegido, es lo tuyo. Casa fría y sola. Dolor. Tristeza. Lo que tienes que hacer. Lo que te mereces.

Esto no me va a hacer bien, a no ser que me fuerce a que así sea. Veamos. 

Buen partido, Dani. Buena vida, payaso. 

Mañana, por lo menos, trabajo. Necesito estar cansado para huir de mis pensamientos. 

domingo, 25 de julio de 2021

Anoche le hablé a un árbol de mis penas


 Anoche estuve dando un paseo por el campo, solo. Como no había nadie, me permití el lujo de expresar en voz alta lo que rondaba mi cabeza y fue bastante liberador. Era dolor, era odio y era miedo. De alguna manera, el materializarlo con palabras alivió un poco esa presión que constantemente siento en el cerebro. Entiendo que es lo que hacen quienes hablan solos, cuando hay mucha rabia dentro acumulada, por algún lado tiene que escapar. Sé que no es sano, pero he intentado contarle a la gente y no ha funcionado. Ahora que estoy solo, estoy realmente solo.

Lo "gracioso" fue que me encontré con un árbol, uno fino y esmirriado de los que cuando lo miras no puedes evitar intuir lo débiles que deben de ser sus raíces. Tenía una rama, una mustia y chuchurría, lo bastante endeble como para no poder soportar el arbusto que albergaba. Me imaginé que el pobre arbolito había estado escuchándome, soportando mis penas mudamente, y había acabado por aburrirle tanto que había preferido ahorcarse antes que seguir escuchando. Me hizo gracia, esa gracia amarga que surge de mis entrañas cuando más hundido estoy, ese "hay que ser inteligente para reírse de uno mismo" pero sin inteligencia, solo pena. El árbol estaba ahí colgado, y yo le miraba con envidia.

Ayer necesité pensar en un pie gigante aplastándome, primero la cabeza, luego el cuerpo. Yo no era de carne, sino de algún fluido que se deshacía con el peso. He estado pensando que quizás fuera lodo, pero no era tan líquido ni tampoco pegajoso; después pensé en ceniza, pero tampoco tenía ese toque arenoso; ahora, por fin, sé lo que era, sé de lo que soy: una sombra, una que de algún modo ha conseguido volverse un poco más densa que las demás, pero que si la tocas desaparece.

Me diluí bajo un gran pie y fui feliz. Bueno, no tanto. Estuve en paz. Le hablé a un árbol de mis penas y estuve en paz. Caminé por el bosque solitario y estuve en paz.

Hay paz en la soledad, pero también mucho dolor. Debería decirme algo bonito para terminar. Veamos.

La foto del árbol me gustó.


viernes, 23 de julio de 2021

El chico en la boca del infierno

 El chico ante la boca del infierno estaba, aguardando su turno. Ante él condenados se apelotonaban, dando torpes pasos hacia su oscuro futuro. 

Una vez llegada su vez, la boca negra preguntó al chico, que tenía edad de hombre pero que nunca se había atrevido a dar ese último paso hacia la madurez, con voz profundo y desgarrada, desprovista de toda esperanza.

-Y tú, enano. ¿Qué haces aquí?

-Por ego y miedo dejé escapar a lo más bonito que tenía en mi vida y lo mejor. Por mi inseguridad e incertidumbres erré, pequé de creerme mejor y acabé convertido en nada. Por mi única e ineludible culpa me condené en vida y aquí estoy.

La boca solamente preguntó una cosa.

-¿Valió la pena?

El chico dudó unos instantes.

-Ella no era feliz conmigo. Yo no di mi brazo a torcer. ¿Hubiéramos seguido hundiéndonos? No lo sé. Puede. Es probable. También pudiera ser que no, que de algún modo hubiéramos llegado a alguna solución. Ni idea. Pero al final decidí aceptar mudamente el veredicto, sin pedir revisión porque creo que no me la merezco, no me he ganado otra oportunidad. Lo que sí me he ganado es el miedo, el dolor, la yaga en la boca que se agranda cada vez que hablo, las pústulas en la piel y en el alma  propias de quien deja irse a la única persona que podía salvarle de sí mismo... y creo que eso está bien. Nadie merece estar conmigo, aunque hubiera sido malo, no hay razón para ese castigo. No me queda otra que trascender, que ser mejor, ser otra cosa. Con mi dolencia y mi desazón aceptar el desenlace y perderme en las sombras que inevitablemente devorarán mis tripas desde dentro. Aunque me pese, aunque me duela, me he mantenido fiel a mí mismo. Aunque sea la peor de las condenas, la persona más importante de mi vida no era ella, soy yo. Es triste. Es pobre. Es patético. Pero solo me tengo a mí. Y no me queda otra que vagar por este infierno.

La boca sonrió.

-Veo duda en tus palabras. Es la aceptación de alguien que no se cree lo que dice.

El chico se encogió de hombros.

-A estas tristes alturas, ¿tengo elección?

La boca nuevamente se carcajeó.

-No.

Y de un bocado fue succionado, empujado y tragado hacia el abismo por el que habría de vagar. Intentaría, quizás con éxito o no, elevarse lo suficiente para encontrar fuerzas en el dolor y seguir adelante, dando un paso tras otro, moviéndose en la penumbra hasta no poder más, hasta que se acabara todo. Por el bien del resto, por la salud de los demás.

Si lo consiguió o no, no lo sabemos aún. Que lo va a intentar, siempre.

viernes, 5 de marzo de 2021

Vuelta al lodo


"Cabalgué dicha,

y ya nada queda...

 No es ausencia,

es presencia que falta,

es un silencio que pesa

más que compañía alguna.

Y ahora que estoy rendido

me quema la duda

de si será esta la última vez

que caiga de la montura.

Por fin...

En el suelo no soy feliz,

pero estoy seguro.

En el suelo soy libre.

En el suelo soy capaz.

Y es el suelo mismo 

lo que obliga a caminar,

y seguir avanzando

aunque sea por el fango."


Si paras, mueres