sábado, 25 de septiembre de 2021

Hasta la siguiente

 Con dolor.

Con tesón.

Con esfuerzo.

Con sacrificio.

Con lágrimas.

Con ganas.

De la nada.

Con ayuda.

Con fuerza de voluntad.

Con tiempo.

Superado.

.

.

.

.

De momento.

jueves, 9 de septiembre de 2021

Claro, el cloro

Eduín Solo llevaba unos meses un poco triste. Lo había dejado con su antigua pareja y la echaba de menos. 

  Eduín ya había tenido experiencias así con otras ex, así que más o menos sabía cómo afrontarlo: salir con gente, hacer deporte, dedicarse a hobbys... en definitiva, ocupar el tiempo. Cuando un recuerdo triste acudía a su mente, Eduín hacía flexiones, hablaba con alguien o salía a pasear. Pero, por alguna razón, aquello no estaba funcionando esa vez. 

  Estaba triste demasiado tiempo seguido como para que sus artimañas de parada de pensamiento funcionaran: no podía hacer deporte eternamente porque el pensamiento nocivo a veces le alcanzaba en una situación en la que no era plausible (en clase o conduciendo); había agotado todos los temas de conversación con su amigos, y ya empezaba a sentirse pesado y repetitivo con ellos; pasear era precisamente la actividad más débil de todas, porque al final acababa solo con sus pensamientos y, de nuevo, no era escapatoria. El chico estaba cada vez más y más triste, porque a todo lo malo se sumaba que su estrategia ni siquiera estaba dando sus frutos y eso le frustraba.

  Un buen día, Eduín estaba solo en la piscina de su familia, piscina que se había ofrecido a cuidar como otra carta para evadirse de sus pensamientos. Una vez pasado el limpiafondos y repuesto el cloro, se sentó a descansar. Aquel día había hecho mucho deporte, así que sus brazos y sus piernas le pesaban demasiado. Miró el móvil, más como acto reflejo que por algún motivo, y sin pensarlo se acabó metiendo en la galería de fotos. Aún no había borrado nada. La primera imagen que le recordó su sistema Android, fue una fotografía de ella.

  Eduín la quitó al instante, horrorizado. La ansiedad retornó a su garganta. Sintió de nuevo el familiar vacío de la tristeza en la boca del estómago y sus ojos se inundaron de lágrimas. Miró alrededor en busca de algo con lo que hacer deporte, pero estaba demasiado cansado aquella vez. Sus músculos se quejaban constantemente, como si se fueran a romper.

  El chico pensó en su miserable existencia, condenado a vivir esquivando flases del pasado o muriendo de pena cuando, de repente, una idea cruzó por su cabeza. Era una idea alocada y temeraria, pero por lo menos nueva.

  -Siempre que algo triste azota mi mente, pienso lo mismo. Que me va a doler, mucho y tanto que hasta voy a morir de pena. Entonces, por supervivencia, trato de evitarlo, de huir de aquello que me tortura pero... ¿acaso alguna vez se ha muerto alguien de pena? ¿O por un recuerdo? ¿O de dolor por la tristeza? No. Ni hablar. Te mata el veneno, un cáncer o un accidente, pero no  una escena del pasado. Quizás al evitar mis pensamientos todo este tiempo, en realidad he conseguido lo contrario a lo que pretendía, hacer al monstruo más grande, darle un poder desmedido para seguir torturándome y comiendo de mis entrañas. Pero he sido tonto, porque en realidad el miedo al dolor ha sido más terrible que el dolor en sí mismo, que aceptar el recuerdo. Porque lo que pasó entre nosotros pasó, y nunca podrá ser borrado...

  Eduín tomó aliento, como el corredor antes del sprint final de llegada a la meta. Algo en su interior estaba floreciendo, algo que llenó de tenue luz su maltrecho corazón. Desbloqueó su móvil.

  -A partir de ahora, no huiré más. Doy las gracias a la vida por los buenos ratos que pasé junto a ella y, de este modo, me lleno de ilusión para poder volver a compartir momentos así de felices con otra persona. 

  Eduín volvió a la galería y puso la foto de nuevo, esta vez resuelto a afrontar sus propios sentimientos. Y entonces, por primera vez en mucho tiempo, sonrió.

  Cuarenta  y tres segundos después, se comió tres pastillas de cloro.

  Fin.






domingo, 5 de septiembre de 2021

Lo opuesto

 Me gusto.

Me quiero.

Me miro al espejo y pienso: "¡Qué guapo!".

Tengo ilusión por vivir.

Cada día que me levanto, agradezco al cielo estar donde estoy.

No la echo de menos.

Creo que habrá otras personas tan importantes en mi vida.

Quiero seguir viviendo.

No estoy tan triste.

No es para tanto.

Qué bien.