sábado, 9 de agosto de 2025

La venganza del diablo

 Todos en el pueblo sabían que la Gruta Oscura albergaba grandes tesoros. Estaba situada en un claro cercano de fácil acceso, rodeada de bosque y junto a un riachuelo. Pero ya nadie osaba adentrarse en ella. De los pocos que se habían atrevido hiciera años, ninguno había regresado con vida. Y es que en su interior, se decía, vivía el diablo.

   Giulio el Bardo era un joven de vivaz imaginación y sobresaliente elocuencia. Se moría de ganas por explorar los secretos de la Gruta Oscura mas, prudente como era, jamás se había atrevido a posar un solo pie dentro de ella. Pero la curiosidad y cierta avaricia azuzaban su alma, así que durante largo tiempo estuvo pensando en la manera de internarse con garantías de salir con vida.

   Un día, encontró una posible respuesta.

   El bardo hizo correr el rumor de que el pueblo de al lado estaba siendo asolado por una terrible plaga inédita, la más rara y misteriosa que ningún curandero había visto nunca, una enfermedad que hacía que la gente olvidara quien era y se le cayeran los ojos de las cuencas.

   Después acampó en el bosque, vigilando la entrada de la Gruta Oscura oculto entre la maleza, y esperó.

   El rumor acabó llegando a la cueva del diablo por los pueblerinos que, temerosos de que la enfermedad los azotara, hacían acopio de plantas medicinales del bosque. Tal y como Giulio había planeado, el demonio no pudo reprimir su curiosidad ante tan novedosa y sin duda, a su modo de ver, excitante miseria. Al fin y al cabo, ser curiosa y comer del árbol de la ciencia fue el primer pecado mortal que condenó a la humanidad.

   Así, el maligno salió de la Gruta Oscura envuelto en una capa negra y emprendió su viaje al pueblo vecino. Entonces, Giulio aprovechó para meterse en ella.

   El joven descubrió con cierta decepción que el interior estaba prácticamente vacío, a excepción de un altar sobre el que reposaba una fuente plateada con una tapa con asa. Sabía que el diablo no tardaría en descubrir su mentira y regresar, así que la tomó y salió corriendo.

   Para terror del bardo, el demonio lo esperaba ya en la entrada, pillándolo con las manos en la masa.

   -¿Cómo es posible? -pensó-. ¿Acaso es más rápido que la luz? ¿O será que nunca marchó en realidad, que solo fingió ser engañado para tenderme él a mí la trampa?

   Ambas parecían opciones plausibles tratándose de un enemigo de su talla.

   Giulio se lanzó rápidamente al suelo, de rodillas.

   -He sido un estúpido. Por favor, toma tu posesión de vuelta y perdóname la vida. No me mates, clemencia… -suplicó, ofreciendo la fuente ante él.

   El demonio respondió sin enfado.

   -¿Acaso no quieres mi tesoro? Soy el diablo, nada tengo en contra del latrocinio. La Fuente de la Abundancia Eterna es tuya, me la has ganado. Ella te proveerá de cuanto necesites y así nunca pasarás necesidad.

   Giulio empezaba a respirar aliviado, cuando el demonio prosiguió.

   -Mas, de igual modo, también soy muy amigo de la venganza. Y te aseguro que la mía será terrible, llegado el momento. Ahora vete, y disfruta de tu premio mientras puedas.

   El ladrón levantó de un salto y huyó.



Giulio llegó exhausto a su casa, una modesta edificación de adobe y paja a las afueras del pueblo. Tenía la boca seca de correr manteniendo el aliento.

   Inmediatamente hubo cerrado la puerta tras de sí, chorros de agua fresca brotaron de la Fuente de la Abundancia Eterna, la más cristalina que el joven había visto nunca.

   Receloso, el bardo dejó un cuenco en la ventana y esperó a que algún animal la probara, para descartar que estuviera envenenada.

   Tras unas horas, no hubo ave o insecto que sucumbiera a ningún mal, y vio razonable que el diablo no hubiera manipulado el premio pues, entonces, ¿qué gracia tendría el juego? Decidió fiarse y dar él también un largo trago.

   Su sed fue saciada de inmediato, lágrimas de dicha colmaron sus ojos. Era, sin duda, la mejor agua que jamás había probado.

   Desde aquel momento, Giulio comenzó a hacer uso frecuente de la Fuente de la Abundancia Eterna. Siempre que pudiera abarcar su tamaño, el objeto le proveía de cuanto se le antojase: comida, bebida, herramientas, medicina…

   Buena cosa había logrado, mas sabía que no debía confiarse, pues sobre su cabeza se cernía la amenaza con la que el diablo también le había obsequiado...



Cierto día, se desató una tormenta.

   Aunque no era imposible, a Giulio le pareció extraño tan repentino cambio climático, puesto que la jornada anterior había sido soleada. Inmediatamente, intuyó la mano del diablo: el señor de los canallas debía de haber preparado algo malo, ya fuera que le cayera un rayo encima o quizás un árbol.

   -Demasiado evidente, príncipe de las tinieblas.

   Estando totalmente abastecido gracias a la fuente mágica, decidió no salir nunca a no ser que fuera estrictamente necesario.

   A la mañana siguiente, el bardo extrajo del milagroso objeto cal, grava, aceite y herramientas para reforzar el techo y las paredes de su casa, y así dificultar que las inclemencias del tiempo pudieran dañar su refugio.



Días después, un amigo fue a buscar a Giulio. Llevaba tiempo sin tener noticias suyas, y lo invitó a beber en la posada del pueblo.

   Aunque al bardo aquel plan le apetecía, lo vio demasiado riesgoso. El demonio podía tenerle preparada alguna trampa.

   -Quizás estalle una reyerta etílica y me vea involucrado, o me envenene con algo en mal estado. Puede que ni siquiera llegue y sea atropellado por un carro… Además, ¿por qué habría de ir? Con la Fuente de la Abundancia Eterna en mi poder, puedo tomar cuanto vino y otros alcoholes quiera. E incluso aunque me indigestara, me proveería de algún brebaje para aliviar la dolencia.

   Finalmente, el bardo rechazó la invitación y se quedó en su morada. Bebió y comió toda la noche, y luego tomó cardo mariano para aliviar la resaca.



Meses más tarde, durante una noche fría, dos golpes en su puerta sacaron a Giulio de la lectura en la que se hallaba ensimismado, un poemario épico cortesía de la fuente mágica, que también le proveía de divertimento si lo deseaba.

   Al abrir el umbral, se topó con una hermosa dama de cabellos dorados, envuelta en ropajes que, sin ser los más lujosos del mundo, denotaban cierto poder adquisitivo.

   -Buenas noches, mi señor. Me gustaría reclamar su cortesía, pues estaba acompañando a mi padre por asuntos de negocios cuando perdimos una rueda de la carreta. Él fue en busca de socorro al pueblo, mas de esto ya pasó tiempo y yo tengo frío y miedo. ¿Podría pasar la noche en su casa? Mi padre es un mercader adinerado, podemos pagar bien cuando todo se esclarezca en la mañana.

   La chica se acariciaba el pelo en actitud coqueta, posando en el bardo sus ojos claros como el cielo. Tenía una belleza arrebatadora y era joven, lo bastante para no estar casada. La situación era absolutamente idílica.

   -Qué conveniente.

   Giulio vio nítida la nueva jugada del diablo. De seguro la joven era un señuelo, el caballo de Troya de una banda de malhechores ocultos entre las sombras, o quizás probando de puerta en puerta en busca de algún incauto. Al poco de dejarla entrar, de seguro llamaría al resto de su tropa, abriría desde dentro y él sería desvalijado, apalizado o algo peor.

   -Prueba en otra parte -dijo el hombre secamente, y cerró de un portazo.



Pasó un año.

   Giulio había burlado todas las trampas que su tenaz enemigo le había preparado. Con la Fuente de la Abundancia Eterna de su lado, nada conseguía tentarlo tanto como para tomar riesgo alguno.

   Con la llegada del buen tiempo, acudían al pueblo más viajeros de lo habitual: comerciantes, nobles de paso o artistas ambulantes. El bardo no recibía casi visitas, pero le llegó por uno de los pocos amigos que todavía le quedaban una noticia que lo llenó de júbilo: Los Jilgueros, una compañía teatral de gran renombre, habían arribado y estaban buscando nuevos miembros entre los vecinos.

   El corazón del hombre dio un salto de regocijo. Había visto a Los Jilgueros hacía años, cuando solo era un niño. Su padre, que en paz descansara, lo había llevado a una función, y desde entonces ser narrador de historias había sido su sueño. Ellos eran el motivo que lo había llevado a hacerse bardo, aunque hacía mucho tiempo que no lo ejercía.

   Giulio comenzó a preparar el número con que se defendería en la audición ante el espejo.

   Pasadas varias horas, se atavió con sus mejores galas y fue resolutivo a la puerta. Estaba dispuesto a poner un pie fuera de casa, cuando la luz del sol arrancó un destelló del objeto que reposaba sobre la mesa de la sala. Era la Fuente de la Abundancia Eterna.

   Y entonces, lo vio claro.

   -Maldito seas, diablo. Juegas hasta con mis más profundos anhelos… ¿hasta dónde estás dispuesto a llegar para dar conclusión a tu amenaza?

   Giulio decidió que no se arriesgaría a sufrir una desgracia de camino a la prueba. Cerró la puerta y se desvistió, y estuvo todo el día comiendo y bebiendo.



Y así pasó el tiempo. Día tras día, mes tras mes, año tras año. Giulio no salía los días de tormenta, ni los de sol por no quemarse. No bajaba al pueblo para no sufrir un accidente, ni paseaba por el campo para evitar ser atacado por alguna bestia salvaje. Todo era un riesgo, todo habría sido propicio para la emboscada del diablo.

   Al principio, sus amigos iban a buscarlo de cuando en cuando. Eventualmente, dejaron de hacerlo. Algunos se marcharon del pueblo, otros simplemente perdieron interés en el bardo. Al final, ya casi nadie se acordaba de él, que simplemente permanecía en su casa, aislado del exterior.

   Giulio vivió bien abastecido, pero finalmente la edad lo alcanzó y acabó postrado en cama, afectado por los achaques propios del inevitable paso del tiempo.

   Cierto día, ya casi al final de su historia, la puerta de su habitación se abrió. Vio entrar a un personaje que recordaba de hacía muchos años, al que saludó en aquel momento como a un viejo conocido.

   Era el diablo.

   -Amigo mío, ¡cuánto tiempo! ¿Te muestras para presentarme tus respetos? Por más que lo trataste, esquivé todas tus tentaciones y al final no pudiste perpetrar tu venganza. ¡He vencido al mismo diablo! -bramó con sorna, victorioso, el anciano.

   El demonio, en respuesta, correspondió con una tétrica risotada.

   -No sé de qué hablas. Al contrario, vengo a regocijarme. Mi venganza, de hecho, ha sido todo un éxito… y lo mejor es que no me ha hecho falta mover ni un dedo.

   Sin decir más, el diablo recogió la Fuente de la Abundancia Eterna y se marchó como si nada, dejando tras de sí los ecos de su risa malvada.

   Giulio aun tuvo suficiente tiempo para reparar en el sentido aquellas palabras.

   A las pocas horas el bardo murió solo, sin nadie que lo velara, y arrepentido de no haber hecho en vida nada provechoso por lo que ser recordado.

 

FIN

domingo, 27 de julio de 2025

Corta

No recordaba cómo la había convencido para hacer espeleología. Sin duda, una de sus absurdas ideas locas, una de aquellas por las que se dejaba arrastrar más a menudo de lo que debía. Algo que no podía salir bien, como casi nada de cuanto habían emprendido juntos.

   Y, efectivamente, así había sido.

   Una roca inestable. Un resbalón. Varios golpes contra la pétrea pared vertical, embistes entre sus equipos y ellos mismos. Y, en aquel momento, yacían pendientes de un hilo: él colgaba varios pies por debajo, sujeto por la soga atada a su cintura nada más; la situación de ella era más precaria todavía.

   Los diversos choques durante la caída habían enrevesado los agarres que los sostenían a ambos. Ella estaba por encima, sujetando la cuerda que los mantenía en suspenso. Pero el cable que seguía se había enredado en sus piernas, limitando sus posibilidades de movimiento, así como en su abdomen y su pecho, entorpeciendo gravemente su respiración, asfixiándola por momentos. De esa guía, se sostenía él.

   -Sé lo que debo hacer, pero no puedo. Tendrás que hacerlo tú -dijo él.

   -No, yo tampoco quiero -replicó ella.

   Bajo sus cuerpos, el insondable abismo negro cuyo fondo no se atisbaba ni remotamente.

   Pasaba el tiempo y ninguno le robaba la iniciativa al momento. Ella tenía la navaja que él le había regalado en el bolsillo, accesible para su mano liberada, pero no se decidía a usarla.

   Él tan solo colgaba de la cuerda que los unía. Su cuerpo pesado apretaba más y más la soga, cada centímetro hendiendo la carne de ella como cuchillas, robando su aliento y dotando a su tez de un rubor amoratado por momentos.

   -Hazlo. Tienes que ser tú.

   -Pero es que no quiero.

   -Debes. Si esto sigue así morirás ahogada y yo solo colgaré de un cuerpo hueco.

   -Si corto la cuerda caerás al vacío y morirás, y yo me quedaré sola en esta cueva.

   -Está muy oscuro -respondió él-. No sabemos qué hay abajo. Tal vez agua. Quizás sobreviva. En cualquier caso, dejaré de ser problema tuyo.

   -Tengo miedo.

   -Y yo, pero… ¿acaso es mejor la alternativa?

   Ella lo miró a los ojos. Lo quería, pero tenía razón. Lo sabía. Como también sabía lo que tenía que hacer. Sin embargo, hacerlo daba tanto miedo…

   -¿Pero, cuál es la alternativa? -pensó.

   Sacó la navaja. Él la miró con una mezcla de miedo y resignación.

   Tenía que hacerse.

   Ella acercó el filo a la cuerda. Él sonrió. Fue una sonrisa triste, pero sonrisa al fin y al cabo.

   -Adiós.

   -Adiós.

   Cortó la cuerda que los unía.

   Él desapareció en el tenebroso abismo. Ella, tragó una ávida bocanada de aire.



Abrió los ojos en la penumbra.

   Una vez se acostumbró a la oscuridad, pudo distinguir el techo de su alcoba.

   Rodó sobre su propio cuerpo en la cama, exceptuándola a ella, vacía, y arrancó el móvil del cargador de la mesilla.

   La luz de la pantalla inundó el cuarto.

   Con dedos ágiles, buscó una de sus últimas conversaciones de WhatsApp, la más dolorosa de todas, y escribió.

   «Gracias por todo»

   Lo envió.

   Después, eliminó el diálogo.

   Por último, borró el contacto.

   Volvió a recuperar su posición en la cama. Cerró los ojos y, pasado un tiempo prudencial, consiguió dormirse, por fin respirando profundamente.

 

FIN

lunes, 17 de febrero de 2025

La lezione

Petri arriva a casa. Vicktor, il suo marito, è in cucina. (Petri llega a casa. Vicktor, su marido, está en la cocina.)

   –Buongiorno Vicktor. (Buenos días Vicktor.)

   –Ciao amore. Ma, è martedì. Cosa fai a casa? (Hola amor. Pero, es martes. ¿Qué haces en casa?)

   –Oggi non lavoro. Ho il giorno libero. Sono contenta perchè posso fare tante cose! (Hoy no trabajo. Tengo el día libre. ¡Estoy contenta porque puedo hacer tantas cosas!)

   –Ok... (Ok...)

   –Inoltre, pensavo che mi fossi stato infedele con una ragazza. (Además, pensaba que me estabas siendo infiel con una chica.)

   –Già... (Ya...)

   –Ma non era vero! Tu stai facendo sport con un amico. (¡Pero no era cierto! Estás haciendo deporte con un amigo.)

   –Ehm... sì, sì. Vero. Amore, lui è Flavio, il mio compagno di corso d´arte. (Eh... sí, sí. Es verdad. Amor, este es Flavio, mi compañero de clase de arte.)

   –Salve signora. Sei molto bella. (Hola, señora. Es usted muy guapa.)

   –Oh... grazie. Vicktor, ora vado a leggere al parco. Vi lascio qui, vedo che siete molto ocupati. Sudete così tanto che avete dovuto toglierti i pantaloni e le camise. (Oh... gracias. Vicktor, ahora voy a leer al parque. Os dejo aquí, veo que estáis muy ocupados. Sudáis tanto que habéis tenido que quitaros los pantalones y las camisas.)

   –Gyà... (Ya...)

   –Ci vediamo all´ora di pranzo. Ciao! (Nos vemos a la hora de comer. ¡Adiós!)

   –Ciao amore. (Adiós amor.)

   –Ciao, signora. (Adiós, señora.)

   Petri va al parco. (Petri va al parque.)

   Vicktor ed il suo amico rimangono in cucina. (Vicktor y su amigo permanecen en la cocina.)

  Vicktor è stressato. (Vicktor está nervioso.)

   –Flavio... non possiamo più farlo. (Flavio... no podemos hacer esto más.)

   –Cosa? (¿Qué?)

   –Non lo vedi? Mia moglie è andata cerca di scoprici! (¿No lo ves? ¡Mi mujer ha estado cerca de descubrirnos!)

   –Ma non l´ha fatto, tutto è bene. Calmo. (Pero no lo ha hecho. Todo está bien. Tranquilo.)

   –No, non è tutto bene! Flavio, ascolta... io ti amo, ma anche amo a Petri. Non posso continuare con questo. Mi dispiace. (No, ¡no está todo bien! Flavio, escucha... yo te amo, pero también amo a Petri. No puedo continuar con esto. Lo siento.)

   –Tu... mi stai lasciando? (Tú... ¿me estás dejando?)

   –Mi dispiace, Flavio. Ma possiamo ancora essendo amici. (Lo siento, Flavio. Pero podemos seguir siendo amigos.)

   Flavio non dice niente. Lui apre un cassetto e prende un coltello. (Flavio no dice nada. Él abre un cajón y coge un cuchillo.)

   –Cosa fai? Flavio... che stai facendo? (¿Qué haces? Flavio... ¿Qué estás haciendo?)

   –Se non sei per me, non sarai di nessuno! (¡Si no eres para mí, no serás de nadie!)

   Flavio mette il coltello nel petto di Vicktor. (Flavio mete el cuchillo en el pecho de Vicktor.)

   –Flavio fermati! Non, nooo...! (¡Flavio para! ¡No, nooo...!)

   –Nessuno lascia a Flavio! Ascolti? Nessuno! (¡Nadie deja a Flavio! ¿Escuchas? ¡Nadie!)

   Flavio uccide a Vicktor. (Flavio mata a Vicktor.)

   Dopo, guarda le sue mani. Loro sono sporchi di sangue. (Después, mira sus manos. Están sucias de sangre.)

   –Non... cosa ho fatto? Vicktor... Vicktor! Mi senti, amore mio? (No... ¿qué he hecho? ¡Vicktor... Vicktor! ¿Me oyes, amor mío?)

   Vicktor non risponde. Lui è morto. (Vicktor no responde. Está muerto.)

   Flavio inizia a piangere. (Flavio empieza llorar.)

   –Non, non, non... non posso credere cyò che ho fatto. Perchè!? Devo finire con tutto. (No, no, no... no puedo creer lo que he hecho. ¡¿Por qué?! Debo acabar con todo.)

   Flavio va alla stazione di servizio. Lui compra della benzina. Dopo, ritorna a casa di Petri e Vicktor. (Flavio va a la gasolinera. Él compra algo de gasolina. Después, vuelve a casa de Petri y Vicktor.)

   –Arrividereci mondo cruel. (Adiós mundo cruel.)

   Flavio sparge benzina in cucina. Dopo, apre il gas, accende un fuoco e brucia la stanza e tutta la casa con lui dentro. (Flavio esparce gasolina por la cocina. Después, abre el gas, enciende un fuego y quema la habitación y toda la casa con él dentro.)

   Flavio è morto. (Flavio está muerto.)



Petri è nel parco. (Petri está en el parque.)

  –Sono annoiata, non mi piace rilassarmi. Vado in uficio. Ciao! (Estoy aburrida, no me gusta relajarme. Voy al trabajo. ¡Adiós!)



Ora rivedi con me

Benzina – Gasolina

Coltello – Cuchillo

Fuoco – Fuego

Sporchi – Sucias

Uccide – Mata

Morto – Muerto

Sangue – Sangre

Parco – Parque



FINE