viernes, 23 de julio de 2021

El chico en la boca del infierno

 El chico ante la boca del infierno estaba, aguardando su turno. Ante él condenados se apelotonaban, dando torpes pasos hacia su oscuro futuro. 

Una vez llegada su vez, la boca negra preguntó al chico, que tenía edad de hombre pero que nunca se había atrevido a dar ese último paso hacia la madurez, con voz profundo y desgarrada, desprovista de toda esperanza.

-Y tú, enano. ¿Qué haces aquí?

-Por ego y miedo dejé escapar a lo más bonito que tenía en mi vida y lo mejor. Por mi inseguridad e incertidumbres erré, pequé de creerme mejor y acabé convertido en nada. Por mi única e ineludible culpa me condené en vida y aquí estoy.

La boca solamente preguntó una cosa.

-¿Valió la pena?

El chico dudó unos instantes.

-Ella no era feliz conmigo. Yo no di mi brazo a torcer. ¿Hubiéramos seguido hundiéndonos? No lo sé. Puede. Es probable. También pudiera ser que no, que de algún modo hubiéramos llegado a alguna solución. Ni idea. Pero al final decidí aceptar mudamente el veredicto, sin pedir revisión porque creo que no me la merezco, no me he ganado otra oportunidad. Lo que sí me he ganado es el miedo, el dolor, la yaga en la boca que se agranda cada vez que hablo, las pústulas en la piel y en el alma  propias de quien deja irse a la única persona que podía salvarle de sí mismo... y creo que eso está bien. Nadie merece estar conmigo, aunque hubiera sido malo, no hay razón para ese castigo. No me queda otra que trascender, que ser mejor, ser otra cosa. Con mi dolencia y mi desazón aceptar el desenlace y perderme en las sombras que inevitablemente devorarán mis tripas desde dentro. Aunque me pese, aunque me duela, me he mantenido fiel a mí mismo. Aunque sea la peor de las condenas, la persona más importante de mi vida no era ella, soy yo. Es triste. Es pobre. Es patético. Pero solo me tengo a mí. Y no me queda otra que vagar por este infierno.

La boca sonrió.

-Veo duda en tus palabras. Es la aceptación de alguien que no se cree lo que dice.

El chico se encogió de hombros.

-A estas tristes alturas, ¿tengo elección?

La boca nuevamente se carcajeó.

-No.

Y de un bocado fue succionado, empujado y tragado hacia el abismo por el que habría de vagar. Intentaría, quizás con éxito o no, elevarse lo suficiente para encontrar fuerzas en el dolor y seguir adelante, dando un paso tras otro, moviéndose en la penumbra hasta no poder más, hasta que se acabara todo. Por el bien del resto, por la salud de los demás.

Si lo consiguió o no, no lo sabemos aún. Que lo va a intentar, siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario