Romance era un corazón de papel charol pedante y resabido.
Convivía con una joven pareja alegre y dicharachera, un chico y una chica, que
mostraban su afecto mutuo a cualquier hora en cada uno de sus días.
Romance era a menudo
toqueteado, sobado y manoseado por la pareja, pero a él no le importaba. El
sudor y las hormonas empapaban la celulosa, pero a él no le importaba. Él se
sentía útil e importante, más que ninguna otra cosa en el mundo, y con eso le
bastaba.
Con el tiempo, la
pareja necesitó exprimir más a fondo aquel simple corazón. Las caricias y los
besos ya no conseguían darles candor, así que decidieron empezar a abusar un
poco más de Romance. El chico cogió unas tijeras y, entre los dos, por cada vez
que necesitaban algo del papel, le cortaban una parte. Al principio sólo eran
piquitos y esquinas, pero finalmente llegaron al cuerpo. Los halagos se
convertían en reproches, las caricias en disputas. Poco a poco, con esa necesidad
insaciable de que su amor no naufragase, fueron agotando el pequeño cuerpo de
Romance, dejándole reducido a una especie de rombo que ya en nada se parecía a
su antigua forma de corazón. Viendo que lo habían agotado, la pareja decidió
cortar, así como la última pieza de Romance, cuyo resto fue arrojado a la sucia
calle.
- Yo que les entregué todo mi don, yo que por sus suspiros y
pasión di la vida, yo, de quien son deudores de cánticos de gozo y alegría,
¿soy tratado así ahora? Por el arte del amor, ¡cuán indigno!- se quejó el
antiguo corazón.
Pasaron varios días
en que Romance estuvo pegado al suelo como un chicle. La gente paseaba a su
alrededor dañándole, sin apenas ser conscientes de su existencia. Algunas
parejas le pisaban entre risas, mimos y arrumacos, aumentando todavía más el
daño.
- ¡Cuán indigno!- se quejó el antiguo corazón.
Una de aquellas
jornadas, un joven encontró el resto de Romance pegado a la calzada, lo levantó
con asco y lo tiró a la basura, entre colillas, cascaras de plátano y otras
muchas inmundicias.
- ¡Cuán indigno!- se quejó el antiguo corazón.
- Pues todavía no has visto nada- rio un brick de zumo
agotado.
Pocas horas más
pasaron, hasta que los operarios de la limpieza volcaron el cubo en el que se
encontraba Romance, junto con toda la porquería, dentro del camión de la
basura. Allí dentro, el olor era todavía peor, había muchos más tipos de
desperdicios, pegajosos y asquerosos. El respeto por lo que había sido no tenía
cabida dentro de aquellas paredes.
- ¡Cuán indigno!- se quejó el antiguo corazón.
- Espera. Todavía hay más- dijo un clínex con sorna.
Tras un breve viaje,
que sin embargo para Romance fue tan largo como una eternidad, el camión se detuvo.
El antiguo corazón no entendía lo que pasaba, pero de ningún modo pudo
imaginarse que podría ser peor que lo que ya había dejado atrás. Erró.
Un rugido atronador,
un temblor descabellado, un motor precoz, y toda la basura voló de uno a otro
lado.
Romance bailó en el
aire con el resto de desechos, se chocó y quedó pegado a una muñeca rota. La
succión de un rotor le arrastró junto al resto a unas cuchillas largas y
oxidadas, que destruyeron cualquier rastro de su antiguo ser. Tras la
trituradora, rompedora de cuerpo y alma, el papel, irreconocible, terminado,
diluido como un terrón de azúcar en algo más grande, indiferenciado y
asqueroso, fue expulsado sin miramientos al vertedero.
- ¡Cuán…!- comenzó
el antiguo corazón, pero acabar no pudo. Había sufrido tanto, había sido tan
herido en su orgullo que ya ni siquiera recordaba lo que había sido el sentido
de la palabra “dignidad” para él, y carecía de alma para percibirlo.
Pasaron unos días,
días largos y penosos para Romance. El camión de la basura no paraba de verter
su cargamento encima, sedimentándole hacia el fondo del vertedero, cubierto
cada vez por más y más capas de escombros. Los recuerdos de su antigua vida
feliz se escapaban del antiguo corazón como el hálito del moribundo. Ya no
estaba seguro de nada. ¿Había sido dueño de su destino alguna vez? ¿Les había
importado a sus dueños? ¿O quizás había sido, simple y llanamente, utilizado?
Finalmente, un día
caluroso de verano, un cristal hizo de lupa, una colilla de mecha y el
alquitrán condujo la chispa. La pila de escombros en la que había quedado
incluido Romance comenzó a arder, consumiéndose con las llamas, devorando la
poca existencia que en sus habitantes quedaba.
El joven y frágil
Romance quedó a merced de la inexistencia inminente que se cernía sobre él, sin
poder hacer nada para evitarlo y sin desearlo si quiera.
- Nunca debí ser de papel- dijo el pobre y antiguo corazón,
antes de dejar de ser por completo.
FIN
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